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Las albóndigas suecas que eran turcas

Hasta este momento, habíamos mirado ese orgullo de los suecos por sus albóndigas con cierto desdén, reconozcámoslo. Suecos, albóndigas, la comida oficial de unos grandes almacenes donde se combina la decoración y el bricolaje… en fin. Finalmente, podemos dejar de preocuparnos. Efectivamente, las albóndigas suecas, las pretendidas albóndigas suecas, no lo son.

La gastronomía española está repleta de recetas, productos, combinaciones, olores y formas de hacer que son herederas de la inabarcable historia de un territorio que se ha relacionado con multitud de pueblos y gentes a los que hemos llevado nuestros productos y de los que hemos recibido miles de influencias. Cualquiera que conozca nuestros platos sabe que nada nos es ajeno, que todo puede ser de aquí y de allá. Así que no le hacíamos mucho caso a ese inusitado orgullo escandinavo por sus albóndigas. Nosotros también tenemos las nuestras y todos sabemos que las propias, como mucho podremos consentir compararlas con las de nuestras madres, son las mejores.

Finalmente, el Gobierno sueco ha tenido que reconocer que suecas, las albóndigas no son. Que son turcas. Hagamos un poco de historia. El rey Carlos XII de Suecia guerrea contra el Imperio ruso de Pedro el Grande. Junto a su Ejército, se adentra en Ucrania y se enfrenta a los rusos en la batalla de Poltava. Pierde. Tiene que refugiarse en el Imperio Otomano. Al regresar a Suecia, vuelve con café, la col rellena y las albóndigas como trofeo, en un principio escaso de tan gigantesca aventura… pero que con el tiempo, ahí nos tienen. Comiendo albóndigas entre estantería y estantería, sintiéndonos como unos escandinavos de toda la vida.

Una victoria póstuma y rentable, que ahora descubrimos que no era tal.